La Unión Europea ha
instaurado, en el marco de la política de cohesión económica y social, la
filosofía de especialización
inteligente. Esencialmente consiste en estudiar en profundidad la realidad
socio-económica de cada territorio para identificar sus potencialidades y, a
partir de ellas, plantear unos objetivos específicos para dicho lugar. De este
modo se trata de evitar que en política regional y urbana se aplique el
peligroso “copia/pega”: usar estrategias de desarrollo realizadas en otros
lugares sin valorar si las particularidades de nuestra ciudad o región harán
que esas políticas sean efectivas. Lo que se busca es diseñar una estrategia específica para cada territorio y
hacerlo de modo inteligente.
Es decir, reconociendo las limitaciones, potencialidades y fortalezas de cada
lugar. Con independencia de que se aspire o no a obtener apoyo financiero
de los fondos europeos –mucho más si se piensa en tener este apoyo desde
Europa–, toda región o ciudad debería encontrar su modelo de especialización
inteligente. Cuando lo hace se consigue mucha más efectividad de la acción
pública, se evitan incoherencias y, normalmente, se logra implicar a la
ciudadanía y al tejido empresarial en un proyecto de desarrollo integral para
la ciudad o región.
Oviedo, y su
Ayuntamiento, esta tratando de encontrarse, de definirse en un tiempo nuevo de
mayor austeridad. En este momento creo que es esencial que la ciudad encuentre
la senda de su especialización
inteligente. El primer paso para ello es conocerse. Identificar las
características distintivas de nuestra ciudad, de su tejido empresarial y su
vida social. Esto exige un estudio profundo que excede, como el lector
imaginara, las posibilidades de un artículo como el presente. Pero
podemos reflexionar sobre algunos de los aspectos que pueden ser claves en la
identificación del modelo económico y social de la capital del Principado.
En mi opinión algo
fundamental es reconocer que ya no podemos entender a Oviedo sin enmarcarla en
el área central de Asturias. Este espacio esta cada vez más integrado y poco a
poco va configurando una verdadera área metropolitana. Oviedo tiene que saber
liderar el proceso de integración de esta metrópolis emergente. Si va por
delante de las necesidades que la misma vaya creando el crecimiento de la
ciudad, integrándose cada vez más con su entorno y sus hermanas vecinas Gijón y
Avilés, será natural y sencillo. Si se resiste, como ha hecho en el pasado, no
evitara el desarrollo del área metropolitana que se acabara imponiendo, pero
será traumático para la ciudad. Un Oviedo que da la espalda al área
metropolitana no conseguirá controlar por donde y como crece la ciudad, sufrirá
atascos de tráfico crecientes y perderá población y actividad económica en el
municipio a favor de los que están en su entorno. Esto ya está pasando, pero se
está a tiempo de revertir el proceso y hacer que el área metropolitana juegue a
favor de Oviedo y sus habitantes. Hay que integrar transporte inter e
intra-urbano, hay que coordinar políticas culturales –desde una entrada única a
museos a un programa cultural coordinado–, hay que crear servicios comunes
unificados… Los ciudadanos saldrán ganando y las arcas públicas también. Pero
lo más importante es que se conseguirá controlar el diseño urbanístico en todo
el cetro de Asturias, lo que empieza a ser una necesidad apremiante
Un Oviedo que es
parte de un área metropolita no esconde el hecho de que esta ciudad tiene una
personalidad propia muy marcada que tiene que saber potenciar en la dirección
correcta para tener una voz clara y fuerte dentro de Asturias y de España.
Desde los Premios Príncipe –o Princesa– hasta la temporada de ópera pasando por
las múltiples exposiciones y conferencias que se organizan desde la Universidad
lo que en mi opinión mejor señaliza esta ciudad es la cultura. Hay que
conseguir que la cultura en Oviedo no quede dentro de los edificios. Tiene que
fluir hacía la calle. Por ejemplo, hay que encontrar formulas para que la
temporada de la ópera, que ha ganado un reconocimiento nacional e incluso
internacional, crezca y se extienda saliendo del Campoamor a las calles. Se
puede hacer que sea una fiesta dentro y fuera del teatro de la que participe
toda la ciudad. Igualmente se puede aprovechar mejor el potencial de la
Universidad. Y por supuesto hay que rentabilizar las inversiones hechas, con
mayor o menor acierto, en el pasado reciente. El Palacio de Congresos no
debería estar sin usar ni un solo día. No importa si alberga un congreso al que
acudan todos los neurocirujanos de Europa o un encuentro de actividades de
colegios o centros sociales de los barrios. Lo importante es que sea un sitio
vivo, activo y aprovechado. Oviedo debe encontrar el modo de hacerse oír y
hacerlo sonando a ópera, a teatro, a ciencia… en definitiva a cultura.
Un aspecto más
complejo es identificar las potencialidades y fortalezas del tejido empresarial
de la ciudad y su área de influencia. El modelo económico de la ciudad está muy
vinculado al sector público. Universidad, sanidad y Administración Pública son
las principales actividades económicas. Pero junto a esta realidad dominada por
lo público hay un tejido empresarial privado dentro del municipio y en los municipios
adyacentes que hay que estudiar en profundidad para comprender sus
potencialidades e integrarlo en una estrategia general para la ciudad y su
entorno.
A mucha gente la
atención el éxito que tuvo el proyecto Guggenheim en Bilbao frente al fracaso
de otros edificios icónicos que se han convertido en lo que llamamos elefantes blancos. ¿Por qué ha
tenido éxito el Museo Guggenheim en Bilbao y no el Palacio de Congresos en
Oviedo? Hay varias razones para entenderlo, pero la más importante es que el
gran edificio del Museo Guggenheim no era lo esencial del proyecto. En realidad
el objetivo era regenerar la ciudad entera: un Bilbao que venía de un pasado de
industria tradicional pesada en declive y que necesitaba redefinirse
integralmente en un nuevo proyecto de futuro. Se hizo con un extraordinario
plan estratégico socio-económico que impulsó la industria más avanzada de la
ciudad y su entorno, con el desarrollo del gran Bilbao metropolitano
incorporando los sistemas de transporte público más avanzados, con la
transformación el centro de la ciudad mediante una profunda reordenación
urbanística. Como guinda a todo el cambio que la ciudad estaba haciendo se
proyectó un edificio icónico que representara de donde venia Bilbao y a donde
quería llegar. En otros lugares se invirtieron cifras escalofriantes en iconos
que no formaban parte de ninguna estrategia urbanística inteligente.
La
crisis económica trae consigo algunas cosas buenas. Una de ellas es esta mirada
más austera y realista de la política pública. Es el modo más eficiente de
hacer más con menos y que pasa necesariamente por encontrar el Oviedo inteligente del futuro.
Publicado en La Nueva España, 21 de junio de
2014
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