Las diversidad de las “alas”

De manera natural se hace una división entre la Asturias central y las “alas” como si fueran dos cosas claramente definibles y que, además, se oponen entre sí. Pero es una simplificación de una realidad que resulta ser mucho más compleja. Existen muchas Asturias dentro de lo que llamamos genéricamente como las “alas” y cada una de ellas tiene su particular dinámica, retos y problemas que requieren ser enfrentados con distintas políticas. Como mínimo, y a parte de la Asturias central urbana, podemos distinguir cinco zonas claramente diferenciadas. 
Primero identificamos los municipios de la costa oriental. En esta zona han crecido extraordinariamente las viviendas y urbanizaciones de segunda residencia adquiridas por familias “urbanitas” del área central o de otras regiones, mayoritariamente de Madrid y País Vasco. No podemos considerar que esta zona pueda definirse como “rural”, ni en su estructura económica ni en su realidad sociológica mayoritaria. Son municipios que fundamentalmente viven de prestar servicios, comercio y hostelería a la población flotante que ocupa las viviendas en los principales periodos vacacionales. Si nos movemos hacia la costa cántabra o vasca identificaremos cual es el principal peligro que enfrentan estos municipios: un crecimiento urbanístico excesivo basado en viviendas de segunda residencia ubicadas prioritariamente línea costera o muy cercana a la misma y que acabe arrasando con la riqueza paisajística del lugar haciéndole perder interés en el largo plazo. 
En el interior de la zona oriental tenemos otra realidad que también está fuertemente vinculada al turismo y comercio pero que presenta importantes matices diferenciadores. Es un espacio con entornos naturales maravillosos y afortunadamente protegidos. La distancia a la costa y la más complicada accesibilidad reduce, aunque no elimina, la presión para construir viviendas de segunda residencia. Su principal actividad económica tampoco es la agraria sino el turismo principalmente de tipo excursionista de un día o de pocos días y que opta por pernoctar en hoteles o casas rurales. Los municipios de este entorno han sido capaces de mantener sus tradiciones y producciones artesanales convirtiéndolas en uno de sus principales atractivos turísticos. 
Los municipios costeros del margen occidental de Asturias constituyen la tercera realidad que podemos diferenciar. Su posición más alejada de Bilbao o Santander junto con el mayor retraso que ha tenido el desarrollo de la autovía ha protegido hasta ahora a esta zona de la intensa presión de las urbanizaciones de segunda residencia. Sin embargo, su tendencia será a parecerse cada vez más a los municipios de la costa oriental. Asistiremos a una creciente presión para desarrollar viviendas de segunda residencia, al tiempo que su desarrollo ira expulsando la actividad ganadera que aún pervive en este espacio. 
El reducto donde pervive una realidad “rural” más auténtica es en el interior occidental. Es donde el envejecimiento y el despoblamiento es más intenso y la accesibilidad más limitada. Tal vez sea donde haya que articular políticas paliativas demográficas y de reforestación para asegurar que la pérdida de población no se traduzca en un daño ambiental al dejar abandonados campos de cultivo que sin cuidado degraden el entorno. Su desarrollo turístico trata de parecerse al del interior oriental, pero es mucho más reducido dando menos oportunidades de empleo, al menos por el momento.
Por último, no hay que olvidar la periferia de las ciudades del área central. En el centro de la región, intercalado entre los espacios urbanos, los núcleos residenciales y las zonas industriales, perviven entornos naturales muy valiosos pero que están siendo aceleradamente invadidos por unas ciudades que tienden a crecer dispersas. Si no se consigue una coordinación del desarrollo residencial del área central estos espacios desaparecerán totalmente en menos de una década. 
Uno de los procesos urbanos más interesantes y estudiados en la literatura urbanística es lo que llamamos “gentrificación”. Consiste en el proceso por el que un grupo social o actividad se interesa por una ubicación concreta de una ciudad, un barrio específico, y presiona para ocuparlo expulsando a los residentes tradicionales del mismo. Los procesos de “gentrificación” más intensos son los que ejercen las actividades financieras en los centros de las ciudades, como ocurrió en la city londinense. Pero en ocasiones son artistas, como los escritores en el Greenwich Villaje (Nueva York), o colectivos, como los homosexuales en Chueca (Madrid). Algunos estudios recientes vinculan este concepto, tradicionalmente usado en contextos urbanos, con la invasión de “urbanitas” en las periferias rurales de las grandes ciudades. Es lo que se ha denominado como gentrificación rural. Es fácil observar cómo esta invasión ocurre de manera intensa en Asturias en la periferia del área central, a lo largo de la costa oriental y, en menor medida, en la costa occidental. 
Este fenómeno de gentrificación rural creo que es la mayor amenaza para el paisaje y medio ambiente del “campo” en Asturias. Los municipios menos poblados del área central lo sufren muy intensamente y sólo una coordinación del urbanismo metropolitano puede protegerlos. Pero el mismo proceso está ocurriendo en la costa oriental y será pronto igual de evidente en la occidental. Hay un problema añadido cuando la gentrificación rural se produce alrededor de las segundas residencias, como ocurre en estas costas. Estas urbanizaciones quedan absolutamente vacías más de nueve meses al año. Los Ayuntamientos de estos municipios se dejan atraer por el caramelo del beneficio fiscal de corto plazo asociado al proceso de construcción sin darse cuenta que luego tienen que proveer de servicios y mantenimiento a extensas zonas donde la ausencia de población fija la mayor parte del año implica también ausencia de base fiscal suficiente como para financiar tales servicios. 
En definitiva, hablar de la Asturias no urbana es hablar de muchas cosas distintas y pocas veces hablamos ya de una auténtica realidad “rural” o una economía de base agraria. Cada vez más estamos hablando de entornos peri-urbanos y áreas de segunda residencia cuyas economías se apoyan en el turismo, los servicios de ocio y el comercio.

Publicado en La Nueva España en junio de 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario