Asturias necesita avanzar

Además de las funciones principales que desempeña un Profesor de Universidad, la investigación y la docencia, también se espera que haga divulgación científica. De hecho, el Profesor de Universidad está especialmente preparado para la divulgación dado que se requiere de las habilidades que se desarrollan enseñando pero utilizando los nuevos conocimientos que se obtienen investigando. No hay un modo único de hacer divulgación. Puede hacerse mediante la transferencia de conocimiento al sector productivo, que podríamos decir que es una divulgación de nivel avanzado, o mediante realización de materiales, libros, conferencias o artículos en prensa destinados al conjunto de la sociedad. En definitiva, hay múltiples modos de hacer divulgación que, además, se complementan entre sí. La divulgación ayuda, por otra parte, a la docencia, ya que las experiencias divulgativas se pueden utilizar en el aula mejorando las clases, y también a la propia investigación, ya que la interacción con la sociedad ayuda a plantearse preguntas de investigación más adaptadas a las preocupaciones reales del entorno del investigador. Es por todo ello una actividad sumamente enriquecedora.
Sin embargo, hacer bien divulgación es algo extraordinariamente difícil. Hay que construir discursos o relatos entretenidos y hay que hacerlo intentando no perder rigor científico. Ese equilibrio es francamente difícil de encontrar. Además, cuando lo que se divulga pertenece al campo de las Ciencias Sociales hay un factor adicional de dificultad. Los debates científicos sobre aspectos de la Física, la Biología, la Medicina… es muy difícil que se contaminen con el agrio debate de carácter político. Sin embargo, cualquier debate de las Ciencias Sociales, y en los tiempos que corren especialmente en Economía, entra automáticamente en colisión con los debates políticos. Hay que intentar moverse con una cautela adicional para que no se entienda que una reflexión académica tiene alguna intencionalidad política. 
Durante los dos últimos años La Nueva España me ha brindado la excelente oportunidad de un espacio regular desde el que transmitir a la sociedad asturiana reflexiones hechas desde la Economía Urbana y Regional. En todos los artículos publicados he tratado de ceñirme a divulgar conocimientos académicos sobre los efectos de las ciudades en el desarrollo de los territorios buscando incidir en aquellos conceptos y debates más relevantes para el caso de Asturias. He tratado de no aburrir mucho al lector, de mantener una postura políticamente neutral y de no perder el rigor científico. Desde luego pocas veces lo he conseguido todo a la vez y, en cierto modo, ha sido un proceso de aprendizaje para mi, para mejorar mis recursos de cara a manejarme en un tipo de medio al que no estaba acostumbrado. Creo que ahora, a las puertas del fin de año, es un buen momento para hacer un balance del recorrido realizado durante este tiempo. 
Hay tres ideas clave que han estado más o menos presentes en los más de treinta artículos publicados: (1ª) la relevancia de la gobernanza metropolitana como factor de desarrollo y competitividad especialmente valioso para el caso del área central de Asturias, (2ª) la importancia de tener una estrategia clara, ajustada a la realidad del territorio y sostenida en el tiempo para que la acción de la política regional tenga alguna oportunidad de hacer efecto y (3ª) la importancia de la planificación urbana y la política local no sólo para mejorar la calidad de vida en las ciudades sino como motor de desarrollo económico. Estas tres ideas, que han vertebrado el discurso que he tratado de desarrollar, se derivan de las grandes conclusiones alcanzadas en Economía Urbana y Regional gracias a la investigación internacional realizada durante décadas. Son, además, las ideas que están detrás de las recomendaciones políticas en materia urbana de los principales organismos internacionales. Por ejemplo, la OCDE insiste continuamente en la relevancia de mejorar la gobernabilidad de las áreas metropolitanas como factor de crecimiento; toda la política de cohesión económica y regional de la Unión Europea está apoyada en la necesidad de que las regiones desarrollen estrategias y especializaciones inteligentes; y el Banco Mundial insiste continuamente en la importancia de la planificación urbana para el crecimiento sostenible de las ciudades del planeta.
Lo que más me preocupa cuando hago un ejercicio de valorar retrospectivamente lo avanzado es el observar que los debates que estaban sobre la mesa hace dos/tres años siguen estando sometidos a una permanente discusión sin aparentes avances. La discusión es buena, pero Asturias parece haberse enquistado en un permanente debate sin que el mismo acabe de ser útil para impulsar nuevas políticas o estrategias que son ya absolutamente urgentes. Planes urbanos esenciales para la región, como el plan urbano de Gijón o la decisión del uso de los espacios del Cristo o la antigua Fábrica de Armas en Oviedo, llevan años bloqueados o sometidos a una permanente discusión. El área metropolitana da dos pasos atrás por cada paso adelante. Y sigo sin observar que la política regional se estructure alrededor de una estrategia clara y global para la región. Asturias no avanza en ninguno de los tres elementos clave en los que vengo insistiendo en este espacio de reflexión: mejora de la gobernanza metropolitana, estrategia vertebradora y planificación urbana como motor de desarrollo. Sin embargo, el mundo no se para y se mueve muy rápido, dejando fuera del progreso a las aldeas periféricas. No nos equivoquemos, por separado Oviedo, Gijón, Avilés son aldeas periféricas en un mundo global donde ser un poquito grande es fundamental.
Publicado en La Nueva España en Diciembre de 2016

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