Trump y la ausencia de política regional

En las últimas semanas se han realizado cientos de reflexiones sobre las posibles causas del éxito en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de un personaje como Donald Trump. Antes ya habíamos asistido a similar proceso de reflexión asimiladora del resultado del referéndum británico sobre el BREXIT. En general preocupa entender qué está causando el peligroso ascenso de las opciones más populistas al que estamos asistiendo en las democracias occidentales. En la mayor parte de estas reflexiones se pone el acento en el choque entre los beneficiados por la globalización, los ciudadanos más cosmopolitas y mejor preparados, y los trabajadores menos cualificados que ven cómo su calidad de vida empeora y sus estatus laborales son amenazados por los mercados internacionales o por la llegada de inmigrantes. Sin embargo Andrew Crawley, profesor de Economía Regional en la Universidad de Maine (EE.UU.), junto con otros otros colegas del mismo campo han propuesto un interesante cambio de perspectiva llamando la atención sobre la importancia que ha podido tener la ausencia de políticas regionales en el ascenso de un líder populista como Trump. 
Si repasamos los datos de las elecciones presidenciales en Estados Unidos comprobaremos que Trump no consiguió ganar en ninguna ciudad de más de un millón de habitantes. Sus mensajes estaban espacialmente dirigidos a la población de las zonas más deprimidas del país donde la industria ha seguido una larga senda de declive y las oportunidades de empleo estable o bien remunerado son muy reducidas, especialmente para la población menos cualificada. Su principal fuente de votos ha estado en los Estados menos desarrollados y más rurales del centro del país. Ha sorprendido ganando los delegados de algunos Estados “ricos”, pero ha sido gracias al apoyo que recibió en las ciudades medianas o pequeñas o en los distritos rurales de dichos Estados. Es cierto que los inmigrantes, mayoritariamente contrarios a Trump, están concentrados en las grandes ciudades del país. Pero también es cierto que ésta concentración es una consecuencia más de la brecha entre los territorios más avanzados y los menos desarrollados. 
Se habla mucho de la ruptura social en Estados Unidos, que seguramente es cierta, pero es aún más evidente e indiscutible la profunda ruptura territorial que sufre el país y que seguramente ha sido la base que ha posibilitado el éxito de Trump. Estados Unidos es posiblemente la economía occidental más defensora del libre mercado y de la minimización de la intervención del Estado en la economía. Coherentemente con esta defensa del liberalismo en este país nunca se ha implementado ningún tipo de política de cohesión territorial. Durante décadas se ha confiado plenamente en el mecanismo de migraciones internas y ajustes salariales como sistema de ajuste de desequilibrios espaciales. Así, cuando se produce una crisis espacialmente concentrada, como por ejemplo la crisis del sector del automóvil que se cebó con el Estado de Michigan y su principal ciudad (Detroit) fuertemente especializados en este sector, el ajuste se ha producido con una fuerte migración de la población junto con una bajada de salarios. Este es el mecanismo con el que habitualmente se han resuelto los shocks económicos asimétricos en Estados Unidos. No existe ninguna política de solidaridad interterritorial, como las que existen en Europa o Canadá. Actuando de este modo durante décadas el resultado es que hoy existen dos Américas marcadamente diferentes. La América de las grandes ciudades –Nueva York, Boston, Chicago o Los Ángeles entre otras– dinámica, cosmopolita, competitiva y que es puntera en tecnología, conocimiento y desarrollo social, y la América rural o de pequeñas ciudades que se encuentra económicamente deprimida y socialmente atrasada. Esa ruptura ha hecho ascender una peligrosa corriente populista que arranca de los Estados más atrasados y se contagia hacía los territorios rurales de los más desarrollados, también internamente fragmentados. Donald Trump ha sabido personalizar y aprovechar esta corriente para llegar a la Casa Blanca. 
El caso del Reino Unido es un poco diferente por las complejidades socio-culturales del país. Pero hay muchas similitudes. El BREXIT fracasó en Londres y su área de influencia y triunfó en la periferia rural –con la excepción de Escocia–. En el Reino Unido sí que ha existido política regional gracias a los fondos de la Unión Europea. Pero existen muchos análisis que demuestran cómo el modo en el que se aplicaron estos fondos en el caso británico ayudó a reforzar la centralidad de Londres. No se han hecho esfuerzos, además, para explicar cómo la mayor parte de las inversiones realizadas en las regiones periféricas fueron posibles gracias a la financiación Europea y, sin embargo, muchos líderes conservadores británicos sí que se han esforzado en mostrar la contribución que el Reino Unido tenía que hacer para que la política europea de cohesión territorial fuera posible en la zonas más deprimidas del Sur y Este de Europa. 
Como se ha reflexionado ampliamente en estos días la existencia de fracturas sociales en un país es sumamente peligrosa para su desarrollo futuro y su sostenibilidad social. Pero es igualmente relevante evitar las fracturas territoriales y defender el valor de una política que ha resultado ser tremendamente valiosa en el desarrollo estable de la mayor parte de los países europeos: la política de cohesión social y territorial. Es posible que sea tarde para frenar el ascenso de otros populismos, incluso más peligrosos que el que representa Trump. Afrontamos el peligro de un Jean M. Le Pen al frente de la presidencia de Francia o el rápido ascenso de la extrema derecha en la mayor parte de los países del Este e, incluso, en Alemania. Esperemos que esta corriente populista no siga ascendiendo y que se siga confiando en políticas de efecto lento, pero seguro, frente a opciones que ofrecen soluciones que está demostrado que son terriblemente empobrecedoras. Estados Unidos nos ha permitido imaginar cómo sería contrafactual de una Europa sin política de cohesión y remarcar la relevancia en la estabilidad y crecimiento económico solidario de una política que se cuestiona con excesiva frivolidad.
Publicado en La Nueva España en Noviembre de 2017

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