¿Hay modelos de ciudades mas seguras, sostenibles y libres? Reflexiones a partir de la crisis sanitaria del Covid19

Hace unas semanas escribíamos que “la sociedad asturiana está secuestrada, amedrentada y atenazada por el miedo, la incertidumbre y el escepticismo ante el presente y el futuro”. Lamentablemente, la crisis existencial ya de larga duración se ha visto agravada por la devastación sembrada por el COVID-19. Además, los efectos de la pandemia van a hacer insuficiente esperar, como en las últimas décadas, que la solución nos venga de fuera, porque la “mutualización” tiene su límite en la propia dimensión estatal, europea y global del problema. ¿Cómo queda, en este contexto inesperado, el Proyecto Asturias: Plan de Proyectos. El Área Metropolitana Central de Asturias (AMCA) en la Ciudad Región (C-R)?. Sin conocer aún los verdaderos efectos de la pandemia y su alcance en la escala local, añadimos aquí un nuevo escenario a los ya publicados, reflexionamos sobre las ventajas del hecho diferencial asturiano. 
Los modelos y las formas de conformar la “gran ciudad”, en entredicho. Las grandes urbes y las grandes áreas metropolitanas con una ciudad central dominante vienen siendo los motores económicos, pero a los inconvenientes de la falta de sostenibilidad se han sumado ahora los de la difusión de enfermedades. Veníamos señalando las ventajas de las áreas urbanas policéntricas, con repartos equilibrados de las zonas residenciales, productivas, de esparcimiento y de descongestión ante la contaminación creciente (ahora de carácter infeccioso). Asimismo, señalábamos la importancia de ordenar lo urbano sin contemplar lo no-urbano como espacio residual en expectativa de urbanización, con el inconveniente de transición que supone la difusión urbana espontánea. Además, la difusión sólo implicaría distanciamiento social si los humanos fueran capaces de vivir aislados… Entre la concentración en urbes inmensas y la dispersión del modelo anglosajón de ciudad, entre la construcción de la ciudad desde la habitación hasta el territorio pasando por vivienda, edificio, barrio y ciudad o el procedimiento inverso, hay que buscar alternativas, intermedias en la práctica. En tal sentido señalábamos las ventajas de los conjuntos urbanos policéntricos, como el asturiano (o el alemán), conformadores de ciudades-región más habitables, con menores costes derivados de los desplazamientos, con mayor accesibilidad a los centros de trabajo y los servicios de todo tipo, incluidos los corredores verdes… 
Ordenación del territorio basada en la descentralización eficiente: el modelo asturiano de áreas sanitarias. En un territorio con unas condiciones naturales y un poblamiento complejo, los servicios esenciales deben estar suficientemente cerca de los usuarios potenciales, ser accesibles en tiempos razonables, lo cual los garantiza en las áreas densamente pobladas y en las de baja densidad. Frente a la tendencia a la concentración urbana y la despoblación del medio rural (no estrictamente agrario), la configuración de la asistencia sanitaria en Asturias es considerado un ejemplo exitoso de planificación: cinco áreas sanitarias en la metropolitana central y tres en las “alas”, dibujadas en su día sobre la base de las densidades de población y la accesibilidad potencial a los equipamientos (desde los hospitales hasta los consultorios locales). Tal planteamiento contribuye a mantener el policentrismo urbano y la trama multinuclear del poblamiento histórico, más humana y sostenible desde muchos puntos de vista que el proceso de concentración en una gran ciudad que acaba desparramándose en aureolas que rebasan todo tipo de límites, desde los administrativos a los de la calidad de vida, generando estrés ambiental y social.
El modelo de metrópoli asturiana es potencialmente verde, accesible y sano. El carácter policéntrico del área metropolitana asturiana y la trama de núcleos de población medianos (villas) y pequeños (pueblos) dentro y fuera del AMCA hace innecesario recurrir a costosas operaciones urbanísticas para asegurar la calidad ambiental y/o sanitaria, como sí ocurre en las grandes urbes (cinturones de parques, eliminación o expulsión de usos indeseados, etc.). Los proyectos de movilidad para facilitar la accesibilidad tienen en ese tipo de poblamiento ventajas de partida indudables: muchos desplazamientos no requieren de asistencia motorizada o ésta es muy escasa; los servicios esenciales de proximidad están asegurados para la inmensa mayoría de la población; la red ferroviaria (aunque precisada de urgente modernización) puede ser suficiente para facilitar los desplazamientos (sólo en Gijón y Oviedo hay barrios a más de 1,5 km de su estación principal) y afrontar la transición energética con garantías. Cabría peguntarse si fomentar el transporte público no puede constituir un riesgo ante futuras pandemias: nada que ver, por ejemplo, con la densidad de uso de los trenes japoneses o los tiempos de desplazamiento en Madrid y su área metropolitana que rebasa con creces los límites de su propia comunidad autónoma y supone inversiones diarias de tiempo superiores a las dos horas… Además, completan en Asturias el panorama favorable una aceptable red de parques urbanos, así como espacios libres notables muy próximos a las urbes (Naranco, Deva, etc.).
La  metrópoli que se proyecta cuenta con capacidad logística e industrial.  Si algo ha puesto en evidencia la pandemia es la falta de capacidad de respuesta “industrial y logística” para dotarnos de los medios materiales necesarios (sanitarios y de otro tipo) ante coyunturas extremas. Y eso que Asturias parece de las comunidades menos afectadas. Las aparentes facilidades de la globalización para acceder a determinados productos nos han puesto en manos, simplificando, de los chinos y los turcos… Pero Asturias conserva una relevancia industrial que hay que poner en valor, tanto en el área metropolitana como en algunos centros industriales de las alas; en tal sentido el Proyecto Asturias venía llamando la atención sobre la capacidad de desarrollo por la presencia aún de grandes y modernas empresas industriales y por contar con dos enormes superficies pendientes de ocupar (Zalia y Bobes) que suman más de cinco millones de metros cuadrados brutos, así como diversos espacios productivos pendientes de desarrollo y otros “en reconversión”. Además, se cuenta con una capacidad logística importante, encabezada por dos puertos que previsiblemente tendrán una buena conexión ferroviaria con la Meseta cuando concluyan las obras de la Variante de Pajares y que habrá que potenciar con intercambiadores modales de perspectiva supra-regional. También se venía insistiendo en el capital humano bien formado, en buena parte en el exilio económico, al que hay que dar la oportunidad de que aproveche su capacidad de innovación para dar respuesta a los actuales y potenciales retos… Capacidad logística, industrial (y agraria) así como la humana han de formar parte de la reserva estratégica ante las crisis.
La relevancia de la diversidad de espacios y el paisaje. A diferencia de la mayoría de las conurbaciones, la estructura policéntrica reticulada del AMCA presenta ventajas para amortiguar los efectos negativos de los continuos urbanos en diferentes aspectos: contaminación, congestión de tráficos, polución, áreas preferentes o marginación de espacios, sobrecostes de equipamientos e infraestructuras, contagios, etc. Fundamentalmente, se mantienen las ventajas de ciudades medianas y pequeñas sin perder los principios de las economías de escala y  aglomeración. El factor paisaje, no sólo en términos estéticos, sino también de calidad de vida, siempre ha sido un elemento destacado en Asturias y en la propia AMCA. Una costa con una montaña muy próxima, casi un tercio del territorio formado por espacios naturales protegidos, áreas urbanas y asentamientos rurales intercalados con prados y monte, gran diversidad de patrimonio cultural… Todo un potencial para la calidad de vida y el entorno de trabajo e inversión a poner en valor. Pero también, especialmente en lo tocante al sector primario, como se venía insistiendo y como la crisis sanitaria vino a resaltar, una oportunidad para las producciones agrarias de proximidad, con garantías de calidad y sanitarias, favorecedoras de las producciones agroindustriales y del comercio también de proximidad, frente a los ostensibles riesgos de desabastecimiento o de la pérdida de clientes de un sector turístico afortunadamente todavía incipiente, por nombrar sólo un par de problemas de la dependencia del exterior sólo amigable en tiempos de bonanza.
La insistencia en la consolidación de un modelo territorial diverso y, a la vez, cohesionado y equilibrado. Desarrollo local entendido a escala regional, sobre la base de los potenciales ya señalados. Aunque excepcionalmente la posición periférica pueda habernos favorecido coyunturalmente, hay que reducir la dependencia aprovechando la proximidad a recursos y potenciales (sector primario, tejido industrial, estructura favorable del poblamiento heredado, etc.). La crisis sanitaria debe servir de oportunidad en cuanto al cambio de modelo, un modelo que tiene que incluir la previsión para gestionar las incertidumbres: flexibilidad, adaptación y humildad.  Y, para bien o para mal, aspectos como la integración o la cohesión presentan una aplicación más sencilla en áreas polinucleares como el AMCA y la C-R, pues el menor tamaño de las entidades limita la segregación social y espacial (sin guetos ni barrios exclusivos), facilita el acceso a los servicios esenciales de proximidad, permite conservar gestión local y combinarla con la metropolitana en los asuntos donde el desarrollo urbano ha desbordado los límites históricos, posibilita relaciones cotidianas más fluidas, reduce las fricciones de los movimientos pendulares trabajo-residencia-ocio…
Lo netamente urbano: el barrio, los edificios y la vivienda. Del territorio, espacio de vida y de gobierno, a la localidad, en un plano diferente de concreción hay que hablar de barrios, edificios y viviendas; viviendas que se convierten en ámbitos de confinamiento, donde se vive, se convive a veces en malas condiciones incluidas las de relación y donde parte de la población además trabaja (“tele-trabaja”), por lo que habrá que re-pensarlas pues la vivienda ya no es el lugar pensado para dormir. En este sentido, recobran actualidad las inmeuble-ville de Le Corbusier del ¡año 1922!, en lo tocante a los edificios; quizás se precise una nueva Carta de Atenas, atendiendo a sus principios básicos (códigos de comportamiento, orientaciones para los investigadores, métodos para los urbanistas, plataforma para las intervenciones concretas). Se hace preciso repensar también las dotaciones esenciales a la escala de los barrios, las ciudades pequeñas y las villas, combinando los diseños para las funciones habituales y las que puedan surgir con carácter extraordinario: se está viendo cómo hay que reconvertir polideportivos en hospitales de campaña, hay que habilitar la accesibilidad local para que sean accesibles los espacios-trinchera ante el avance del riesgo sanitario, es necesario disponer de comercio de proximidad (a pie) con suministro garantizado a los artículos básicos (producciones de proximidad, pero también reservas estratégicas de bienes esenciales); a la misma escala, la reorganización del funcionamiento tiene que estar “en cuadro”, prevista para contingencias… 
¿Un nuevo modelo de gobernanza?. De las crisis suelen surgir las oportunidades. Las crisis afloran problemas latentes. Descentralización y subsidiaridad en la gestión pública tienen la ventaja de la proximidad a la ciudadanía, pero también dificultan el posicionamiento exterior en períodos de tensión. Venimos insistiendo en la necesidad de posicionar Asturias en el contexto estatal y europeo como ciudad-región, de coordinar actuaciones y políticas, de evitar competencias interadministrativas estériles, de afrontar unidos la transición energética y la opción a fondos urbanos de la UE, etc. Incluso utilizamos el lema “Juntos somos más fuertes”. Pues bien, ahora hay que afrontar la transición sanitaria y los previsibles reajustes duros del modelo económico. La difusión urbana desbordó los límites municipales y la difusión de la infección no entiende de ellos. La estructura de cooperación metropolitana está diseñada (conferencia, consejo y órgano técnico) y hay un convenio marco para arrancar: pongamos el motor en marcha para remontar la dura pendiente que tenemos delante.
En definitiva, el debate territorial en todas sus escalas cobra nueva vigencia a raíz de la crisis y debe impregnar el debate político. Para sacar rendimiento de nuestra estructura territorial de facto hay que afrontar las dificultades de la gobernanza más allá de las miras estrechas de los municipios y de la provincia y poner en marcha el Área Metropolitana en la Ciudad-Región.

Texto publicado en La Nueva España y elaborado por: Víctor García Oviedo (arquitecto), Benjamín Méndez García (historiador y geógrafo), Jesús Menéndez Fernández (arquitecto), Ramiro Lomba Monjardín (economista), Sonia Puente Landázuri (arquitecta) y Fernando Rubiera Morollón (economista)

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