Innovar para crecer: reflexiones sobre la ciencia en Asturias

La inversión en Investigación, Desarrollo e innovación, la famosa I+D+i, es una de las principales fuentes generadoras de crecimiento económico y desarrollo social de los países y regiones. Por un lado, la I+D+i conduce a innovaciones en productos que hacen a las empresas más competitivas, mejora la calidad de vida de los consumidores y dinamizan los mercados. Por otro lado, genera innovaciones de proceso que permiten producir de una manera más eficiente. En muchas ocasiones, estas innovaciones de proceso resultan claves para desarrollar soluciones para enfrentarse a crisis, como la actual crisis de cambio climático. Asturias, por ejemplo, destaca en este contexto, ya que lidera a nivel mundial innovaciones ligadas a producir de una manera más responsable con el medioambiente en el entorno industrial mediante la producción de acero empleando hidrógeno verde.  Este es solo un ejemplo de cómo la inversión en ciencia permite ir asentando un modelo productivo apoyado en el conocimiento y la tecnología que posibilitará un mayor y más sostenible desarrollo económico y social. 

Es precisamente por ello que el impulso del esfuerzo inversor en I+D+i es una de las máximas prioridades de la Unión Europea desde hace décadas. Para concretar este compromiso de la Unión Europea con la ciencia y la innovación se ha fijado un objetivo sencillo de visualizar y cuantificar: lograr que la inversión en I+D+i alcance el 3% del Producto Interior Bruto (PIB) de la Unión. En España, donde la mayoría de las regiones sitúan su esfuerzo inversor en I+D+i claramente por debajo del 2% (en muchos casos, como ocurre en Asturias, por debajo del 1%), el objetivo del 3% marcado por la Unión Europea se ha convertido en una meta difícil de alcanzar. Pero la búsqueda de un porcentaje arbitrariamente establecido por el conjunto de países europeos, donde existe una elevada heterogeneidad tanto científica como económica, no debería despistarnos del que debería ser nuestro verdadero objetivo: impulsar a la ciencia incrementado, en la medida de lo posible, su financiación, pero diseñando políticas de impulso de la Investigación, el Desarrollo y la innovación con las que se logre optimizar cada euro invertido. Es decir, además de aumentar el presupuesto para ciencia en nuestra región es igualmente necesario diseñar un modelo científico propio que sea capaz de maximizar el impacto económico de la inversión en I+D+i teniendo en cuenta la realidad del tejido empresarial y del sistema científico y tecnológico de Asturias. 

Esta es la función principal que tiene asignada la Cátedra para el análisis de la innovación en Asturias, desarrollada por la Universidad de Oviedo y financiada por el GITPA (Consejería de Ciencia, Innovación y Universidad). Mediante diversos análisis, que vamos convirtiendo en informes –disponibles todos ellos en la web de la Cátedra: www.cinnova.es–, buscamos promover una reflexión permanente sobre la realidad económica de Asturias y de nuestro sistema científico, tecnológico e innovador para que con ese conocimiento se vayan orientado las características que debería tener el modelo asturiano de impulso de la ciencia y la innovación. Tras un año y medio de funcionamiento vamos acumulando una serie de evidencias y conclusiones que nos permiten hacer algunas primeras recomendaciones.

Primero, debemos estar orgullosos de nuestros investigadores y expresar ese orgullo reteniendo el talento que generamos. 

A pesar de que la inversión en I+D+i en Asturias se sitúa por debajo del 1% del PIB, en el resto de los indicadores que aproximan potencial innovador observamos que nuestra región está bien o incluso muy bien situada (véase el amplio análisis comparado que se realiza en el tercer informe de la Cátedra disponible en la web antes citada). Destaca la capacidad de formación de investigadores de la región, que nos hace ser exportadores de talento científico. Tenemos que ser capaces de retener el potencial que generamos. Hay que promover programas de financiación de la investigación propios que sean estables y consistentes en el tiempo ofreciendo una carrera digna a las personas que, destacando en su campo, deciden quedarse a realizar su investigación en nuestra región. 

Segundo, hay que crear un modelo científico propio estable, consistente en el tiempo y liberado de trabas que señalice a Asturias como una región amable para la ciencia y la innovación. 

Hay dos realidades que hacen mucho daño al sistema científico español y que nada tienen que ver con la financiación. La primera es la elevada carga burocrática a la que está sometida la ciencia en España. Realmente es algo que ahoga a los centros y grupos de investigación de pequeño tamaño, que son los que precisamente abundan en Asturias. La segunda es la inconsistencia de objetivos, programas y condiciones a lo largo del tiempo. En ciertos momentos llegan recursos puntuales que luego desaparecen. Lo más dramático es la inconsistencia de las becas y contratos laborales de investigación, que dejan desamparados durante varios meses a cientos de investigadores cada año en España, simplemente por falta de coherencia en el diseño de las becas y contratos. Asturias puede afrontar estas dos realidades con ánimo reformista para señalizarse como una región amable para la ciencia pactando un modelo que sea consistente en el tiempo, trasversal a gobiernos de distinto color, y que busque destacar por su eficiencia administrativa. No es una tarea en absoluto sencilla, pero la región que aborde esto primero tendrá grandes ventajas. 

Tercero, la necesitad de combinar en Asturias lo público y lo privado. 

Hemos comprobado como, dependiendo del nivel de desarrollo de cada región, cambia el papel de lo público y lo privado (véase el cuarto informe de la Cátedra disponible en la web antes apuntada). Para Asturias el modelo ideal es aquel que sea capaz de combinar eficientemente ambas fuentes de inversión en I+D+i. Nuestro sistema científico empieza a tener potentes centros de investigación vinculados a empresas destacadas de la región. Pero, hoy por hoy, la investigación pública sigue siendo el motor de la ciencia en Asturias. Si se hace una apuesta apoyada únicamente en lo público se puede desaprovechar el potencial de la investigación privada en la región, fomentando modelo científico capaz de generar nuevos conocimientos básicos, pero poco centrado en desarrollar productos o procesos de valor económico. Sin embargo, si se confía sólo en lo privado es muy probable que los resultados, más allá de casos concretos, sean aún decepcionantes dadas las condiciones socioeconómicas actuales de la región. La clave para la realidad concreta existente en Asturias está en fomentar la colaboración público/privada mediante interrelaciones entre investigadores que están dentro del sistema público e investigadores vinculados al emergente sistema privado. Esa colaboración permitirá hacer una investigación más capaz de identificar oportunidades de negocio y necesidades concretas de las empresas asturianas. 

En definitiva, nuestro sistema científico, absolutamente capaz de generar talento, está también preparado para responder a los estímulos, generando también crecimiento económico y social para Asturias. Se necesita incrementar en la medida de lo posible el esfuerzo inversor, pero haciéndolo de modo inteligente –combinando recursos públicos y privados–, y consistente en el tiempo –afrontando las reformas que sean necesarias para hacer de Asturias un lugar amable para la ciencia–. Todo ello debería estar siempre centrado en los protagonistas de la ciencia e innovación: las/los investigadores.

Publicado en La Nueva España el 10 de abril de 2022

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