Oportunidad para el área central en el nuevo contexto político

Las elecciones locales y regionales del pasado 24 de Mayo han dejado un escenario de necesaria negociación y diálogo entre las distintas fuerzas políticas en la mayor parte de los consistorios así como en el propio gobierno del Principado. Las principales fuerzas políticas de la región –PSOE, PP, Podemos e IU, más FORO en el caso de Gijón– se alternarán en el liderazgo de los gobiernos consistoriales y del regional pero siempre apoyados en pactos entre ellos que aún se están definiendo. Cabría pensar que la complejidad de este nuevo escenario político va a dificultar la colaboración entre Ayuntamientos o con el gobierno regional. Sin embargo, lo cierto es que durante las últimas décadas hemos tenido un escenario político más simple y estable de reparto de poder por zonas bajo el que la colaboración entre gobiernos locales ha sido mínima. Hasta la irrupción de FORO, Gijón era Socialista y Oviedo del PP. Legislatura tras legislatura se repetían estas hegemonías territoriales bipartidistas y bajo este marco ha sido prácticamente imposible avanzar en el desarrollo de estrategias colaborativas entre ambos Ayuntamientos. La ausencia de entendimiento entre PP y PSOE se traducía en una ausencia de colaboración entre Oviedo, Gijón y las demás ciudades y núcleos del área central. Quizás nos encontremos con la paradoja de que el nuevo escenario político, más complejo, facilite, sin embargo, el desarrollo institucional del emergente área metropolitana central de Asturias. 
En el centro de Asturias existe una realidad urbana singular. En un radio de 30 kilómetros coexisten tres ciudades densas y compactas junto con más de una docena de núcleos urbanos medios y pequeños y un entorno rural disperso. Sólo unos pocos kilómetros separan territorios con especializaciones económicas muy diferentes entre sí: zonas residenciales, centros urbanos comerciales y de servicios, polígonos industriales, áreas turísticas, espacios rurales y entornos naturales. Todas comparten este espacio que llamamos área central de Asturias, extraordinariamente heterogéneo pero crecientemente integrado. Este lugar tiene enormes potencialidades pero también entraña riesgos importantes que aumentan según la integración económica, laboral y social del área central se consolida mientras que su reconocimiento institucional se mantiene inexistente. 
La mayor parte de las ciudades responden a un modelo que denominamos como monocéntrico: existe un centro principal que vertebra la ciudad de modo radial a su alrededor. La ciudad crece en círculos concéntricos y cuando se expande sus barrios conforman subcentros que proveen los bienes y servicios de consumo más frecuente pero subordinados al centro principal de mayor densidad y valor. Si la ciudad sigue creciendo abarca otras localidades y va conformando un espacio metropolitano que sigue estando vertebrado por el centro principal de la gran ciudad. El Gran Bilbao Metropolitano es un ejemplo de un área metropolitana que abarca cerca de 800 mil habitantes de los que menos de la mitad viven en Bilbao ciudad y el resto en los núcleos de su entorno, pero todos están fuertemente vertebrados de modo radial alrededor del centro de Bilbao. La cooperación política es automática y, aunque el Gran Bilbao abarque varios municipios con gobiernos locales diferentes, éstos están claramente jerarquizados y forzosamente coordinados por la morfología monocéntrica del área metropolitana y la superioridad de la ciudad principal. 
La Asturias central tiene una dimensión poblacional similar a la del Bilbao metropolitano pero se reparten en tres ciudades similares junto con más de una docena de núcleos pequeños intermedios y un espacio rural crecientemente invadido por la expansión dispersa de las ciudades. Las tres ciudades ejercen fuerzas gravitacionales cruzadas que dan pie a dinámicas del uso del suelo más complejas. Conforman una región metropolitana policéntrica, no radial, donde no hay un centro único, sino tres de idéntica jerarquía –uno en cada ciudad–, y la movilidad de los habitantes es cruzada en diversas direcciones simultáneas. Los espacios pueden tener usos múltiples y, al faltar un centro principal compactador, hay un riesgo creciente de dispersión, de segmentación y de depredación de los entornos naturales. A diferencia de Bilbao, o de la mayoría de las realidades metropolitanas, no hay un centro superior vertebrador y compactador y se hace absolutamente necesaria la coordinación y cooperación dentro de esta realidad metropolitana que emerge sin una estructura institucional ni una morfología que la ordene. 
Se abre un tiempo político nuevo de mayor participación ciudadana y forzosa cultura colaborativa entre fuerzas políticas. Aún no sabemos como de capaces serán los partidos, nuevos y tradicionales, de construir alianzas y hacer pactos. En todo caso no les quedara más remedio que desarrollar esa habilidad. Me atrevo a sugerir que se incorpore esta necesaria colaboración entre los municipios del área central y la propia administración regional en la agenda de negociaciones, acuerdos y estrategias que se están intentando consensuar para dar paso a los nuevos gobiernos locales y regionales. Imagino que el juego de negociación abierto es verdaderamente complejo pero sería muy valioso que se aprovechara para, además de fijar estrategias de largo plazo en cada Ayuntamiento, ir desarrollando un nuevo modo de hacer política también para el área central en su conjunto. Tengo la esperanza de que esta nueva realidad política facilite la cooperación entre Administraciones y qué sea más fácil crear servicios metropolitanos, se impulsen consorcios metropolitanos y ordene el territorio central de Asturias. ¿Por qué no aprovechar la habilidad negociadora que, forzosamente, están desarrollando nuestros representantes para ir más allá de los acuerdos locales? ¿Por qué pactar el gobierno de cada municipio por separado y no ser ambiciosos en hacer pactos cruzados para, por firn, desarrollar servicios, políticas y espacios metropolitanos?

Publicado en La Nueva España el 14 de junio de 2015

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