La planificación urbana y la ordenación del territorio es un instrumento de política económica de extraordinaria capacidad, como se ha reflexionado en diversas entradas previas de este mismo blog. Sin embargo, el marco en el que habitualmente se ha planteado es el de ciudades con fuertes crecimientos que hay que regular y ordenar. En las grandes ciudades de Latinoamérica que reciben movimientos migratorios muy intensos desde zonas rurales o ciudades medias de su entorno la ausencia de una adecuada planificación de su crecimiento ha supuesto, en muchos casos, desarrollos caóticos detrás de los que están algunos de los problemas y frenos al desarrollo más importantes de estos países. Por el contrario, en las ciudades asiáticas, fundamentalmente chinas, la presencia de programas de diseño urbanístico y ordenación del territorio esta permitiendo, en otros tantos casos, asegurar un desarrollo urbano sostenible. Hay que considerar que sólo en China cada semana casi un millón de personas emigra de entornos rurales a las grandes metrópolis y que esta masiva urbanización se esta produciendo sin los inmensos desajustes que cabría esperar de un proceso de urbanización tan intenso y acelerado.
Sin embargo, ¿qué papel juega la planificación urbana en ciudades que apenas crecerán en la próxima década? ¿Tiene sentido ordenar una urbanización madura con ritmos de incremento muy moderados y crecimientos vegetativos de reposición o por debajo de los niveles de reposición? Esta es la realidad a la que se enfrentan muchas ciudades de Europa. En el caso de España es la realidad más frecuente, especialmente presente en las ciudades del noroestes peninsular donde las proyecciones demográficas indican tendencias de perdida de población y envejecimiento, como también se apuntó en una entrada reciente de este blog.
Creo que, lejos de perder relevancia, la planificación y ordenación del territorio es igual de fundamental en esta nueva realidad que ocurre en muchas de las ciudades europeas. Las ciudades siguen transformándose y tienen que afrontar retos propios del envejecimiento de su población y de los cambios sobre su estructura económica. La ordenación del territorio ya no es tan necesaria para ordenar el crecimiento urbano y su sostenibilidad, pero puede pasar a convertirse en una pieza clave de las estrategias de desarrollo económico y de las políticas demográficas, tan necesarias en muchas regiones españolas y europeas. Para ello debe de realizarse de modo simultaneo al desarrollo de la planificación estratégica de la ciudad. Se necesita comprender la realidad económica, pensar en las potencialidades y limitaciones de la ciudad y su territorio de influencia y diseñar espacios que no frenen su espansión. Hay que diseñar mejoras en los transportes y las comunicaciones que eleven la productividad y faciliten la interacción en el espacio urbano.
Lo que esta claro es que en el urbanismo de Europa es necesario hacer un cambio profundo de mentalidad. Muchas de nuestras ciudades a penas crecerán en esta década. No hay que seguir proyectando su crecimiento de las zonas residenciales ajenos a una realidad en la que la demanda agregada de vivienda crecerá poco o nada. Pero si hay que pensar que la composición interna de esa demanda puede cambiar fuertemente y que la manera de evitar que ciertas tipologías de vivienda o espacios se hagan escasas es proyectar como variara la estructura de la demanda de vivienda por tipos y acompasar fielmente los proyectos a las previsiones. En definitiva, hay que planificar no para resolver problemas sino como instrumento de estrategia político-económica.
Publicado en el Blog de ABC "La Riqueza de las Regiones" de la AECR
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