Politica local: más estrategia y menos onomatopeya

Las elecciones autonómicas y locales abren el denso calendario electoral de este año. Muchos afrontan estos primeros comicios como una preparación para el gran reto de las elecciones generales, como si los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas fueran una primera etapa en una especie de carrera electoral donde lo fundamental fuera la conquista de la Moncloa. De ese enfoque se desprende que se entiende a la política local como una política de menor relevancia, como si las decisiones que de verdad afectan a nuestra vida ocurrieran, fundamentalmente, en el ámbito de la política nacional. Sin embargo, los Ayuntamientos gestionan cuestiones que pueden afectar a nuestra vida diaria tanto o más que lo que se hace desde el gobierno nacional.
Son los gobiernos locales los que prestan servicios fundamentales en nuestro día a día, como la recogida de residuos o el suministro de agua. En sus manos están decisiones claves sobre la localización de colegios, centros de salud o centros sociales. En su juego con otras instituciones se determina la prioridad unas infraestructuras o políticas frente a otras. Disponen de instrumentos fundamentales para reducir la exclusión social o favorecer la integración de inmigrantes u otros colectivos. Pueden impulsar la creatividad, tanto artística como empresarial. Y tienen en sus manos casi el completo control del mercado de un bien que es fundamental: el suelo, tanto productivo como residencial. El mercado del suelo determina los precios de la vivienda así como el coste del espacio productivo esencial en la competitividad de las empresas.
Ahora bien, para que todo este potencial se haga realidad es clave que la política local esté orientada por una estrategia integral que entienda las consecuencias de cada decisión y las oriente todas en pro de unos objetivos bien definidos. Mi sensación es que muchos Ayuntamientos trabajan sin estrategia. Con frecuencia se hacen las cosas aceptablemente bien porque hay buenos técnicos en las corporaciones locales o, incluso, porque a veces hay lideres políticos capaces de tomar decisiones rápidas y resolver problemas como haría un buen gestor. Pero en un Ayuntamiento no basta con tener un buen gestor. Todo aspirante a gobernar una ciudad, debería tener claro un modelo para ella y una estrategia para desarrollarlo. Esto es, tener una idea clara y coherente, además de posible, de como usar integralmente los instrumentos disponibles para conducir, poco a poco, a la ciudad hacía donde se quiera llevarla, hacía unos objetivos concretos.
Un buen equipo de gobierno local debería tener respuestas claras y coherentes entre sí, en el marco de su estrategia, para múltiples preguntas. Por ejemplo, ¿qué vamos hacer con las nuevas necesidades de suelo de nuestras ciudades?, ¿las planificamos regulando el uso de cada espacio y dirigiendo el crecimiento de la ciudad o respetamos las reglas del libre mercado dejando que sea este el que decida el uso de cada espacio?; ¿cómo queremos que sea la morfología de nuestra ciudad?, ¿dispersa con prevalencia de viviendas unifamiliares o compacta con bloques de edificios densos?; ¿qué modelo comercial queremos impulsar?, ¿comercio de barrio próximo y pequeño con centros urbanos fuertes o grandes superficies concentradas y localizadas en la periferia?; ¿cómo queremos que se repartan las viviendas sociales?, ¿las concentramos en un barrio o las dispersamos a lo largo de todos los barrios?; ¿qué modelo de transporte impulsamos, especialmente en entornos metropolitanos complejos como el que emerge en el centro de Asturias?, ¿favorecemos el uso del vehículo privado mejorando autopistas y creando plazas de aparcamiento o impulsamos el transporte público invirtiendo en ferrocarril y un eficiente consorcio de transporte metropolitano y haciendo mas costoso el uso del vehículo con zona azul o calles peatonales?... Estas son sólo algunas de las muchas preguntas que un aspirante a una alcaldía debería tener claramente resueltas en su propuesta ante los ciudadanos, con una estrategia general coherente que vertebre su visión.
Los técnicos sabemos muy bien las implicaciones de cada posible respuesta y podemos asesorar sobre ello. Pero no nos corresponde a los técnicos decidir sobre el modelo de ciudad. Es el político el que debe tener en mente su particular modelo de ciudad y proponerlo a los ciudadanos para que estos decidan en las urnas. Detrás de cada postura política debe haber una reflexión estratégica, ideológica e, incluso, filosófica muy profunda y rigurosa. Debe decidirse si se apuesta por una ideología social integradora o de libre mercado, lo que determina si se hace, y en que grado, política social municipal. Seamos conscientes que se puede hacer política social de muchos modos desde los Ayuntamientos, ubicando bibliotecas, colegios o viviendas sociales por ejemplo. Hay que decidir como vamos a tratar el mercado del suelo: de modo liberal o planificado. Si se opta por la planificación hay que tener claro cual es el objetivo/s de esa planificación: la estética, la eficiencia/productividad o la equidad. En un plano ya casi filosófico hay que decidir si se apuesta por un modelo de ciudad en la que el centro son las familias, los individuos (enfoque liberal de Frank Lloyd Wright), o un modelo en la que el centro sea la vida social (enfoque social de Jane Jacobs). Hay que decidir que peso le queremos dar al medioambiente: diseñamos ciudades sostenibles y respetuosas o aquellas que satisfagan todos nuestros deseos de país desarrollado sin pensar en sus efectos medioambientales. Todo esto son sólo algunos ejemplos de las múltiples aristas que hay que encajar entre si en una buena estrategia para un gobierno local.
En mi opinión hacer un buen programa político para un Ayuntamiento es una tarea francamente difícil. No es algo que se pueda ni deba improvisar. Hacen falta políticos cualificados y bien asesorados, capaces de entender las dinámicas urbanas, y con ideas claras. En definitiva, y volviendo al principio, la política local es política con mayúsculas. Frente a eso lo que, por ahora, ha dado de sí el debate político está más en el plano de las “ocurrencias”. Se trata de ver quien encuentra la frase más graciosa o la expresión más exitosa. Es política twitter, resumible en 250 caracteres. A veces ya ni eso: política onomatopéyica. Unos dicen “tic tac, tic tac” a lo que otros responden “pin pan propuesta, pin pan propuesta”. Seamos serios y exijamos más estrategia, más intelectualidad y más calidad técnica al discurso político, al menos al local, y menos onomatopeyas.

Publicado en La Nueva España el 15 de marzo de 2015, columna "El espacio de la Economía"

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